jueves, 29 de agosto de 2013

UNA MAÑANA...



Aquella mañana era otro día cotidiano para el inspector García, se tomaba tranquilamente su café y se sentaba en su sillón preferido… Empezó a ojear los casos del día, y se sorprendió al ver uno, era un caso de maltrato de mujer. Abrió la carpeta y leyó:
Mujer agredida brutalmente por su cónyuge, tuvo que intervenir la autoridad y detener al agresor el cual está en espera de juicio. Las causas de la agresión se deben a que la agredida era discapacitada.
Rápidamente el inspector García se puso en contacto con la víctima para poder hablar con ella y así resolver el caso lo antes posible. Al poco rato se presentó y le prestaron declaración.

Nombre: Nuria Pazos Moreno
Edad: 38
Nacionalidad: Española
Familia: -

Y apuntaron algunos datos más que les podían servir de ayuda.
El inspector la observa, estaba nerviosa, no paraba de mover las manos. Tenía la cara pálida, una extremada delgadez alarmante, las manos llenas de heridas y todo su cuerpo lleno de magulladuras. Se fijó en su pequeña discapacidad, tenía un ojo bizco, en ese instante el inspector se percató de que podía ser una de las causas, eran muchos años en ese oficio y su olfato “de sabueso” le alertaba… Nuria empieza a contar todo lo sucedido:

Mi vida era normal, es decir, tenía mi empleo de dependienta en una tienda de ropa, mi humilde casa, y mi marido en el que confiaba y no sospechaba en su horrible interior.
Los primeros cinco años todo transcurrió con normalidad, de lunes a viernes trabajábamos por lo que sólo nos veíamos a la hora de la cena, ya que mi marido comía fuera debido a la larga distancia que hay entre su trabajo y nuestra casa, y por las noches hablábamos sobre qué tal nos había ido el día, sobre los problemas que nos habían surgido… etc. Los sábados, si teníamos tiempo comíamos fuera de casa y aprovechábamos para ir al cine, afición que compartíamos los dos. Y los domingos nos reuníamos con la familia, un fin de semana con la suya y otro con la mía.
Después empezaron a surgir problemas, dejamos de ir a comer los domingos con mi familia, porque decía que se aburría, que mi familia era una “panda” de locos, y bastantes improperios ofensivos. Olvidamos las costumbres para transformar nuestra vida en una rutina de trabajo y sin amor.
Mi marido empezó a tener graves problemas en el trabajo, llegaba a casa enfadado y lo pagaba conmigo, no paraba de criticar mi discapacidad, decía que tenía tan mala suerte en la vida porque su mujer era fea, o sea, yo. Yo intentaba suavizar las cosas diciéndole que con mi trabajo podríamos mantenernos, y a lo cual me respondía que como puta no me ganaba ni “dos duros”. Me pegaba constantemente, de manera brutal y cuando la gente empezó a percatarse de lo que ocurría decía que yo era una patosa y que me caía constantemente. Y ahí es cuando empecé a darme cuenta de que mi vida no tenía sentido, que tenía que escapar de esa cárcel, que sólo me hacía sentir dolor, tenía que sacar fuerzas y valor y encararme contra el, pero de manera lógica y por eso puse esta denuncia. He contado con el apoyo de mi familia y amigos, vivo en casa de mis padre desde hace dos semanas, no me atrevo a salir a la calle, aunque sé que él está en espera de juicio, tengo miedo… yo ya no sé lo que siento… miedo, odio, amor… pero sé que él por mí no siente nada, me considera igual que un animal, no quiero seguir sufriendo… quiero una vida nueva…

El inspector García, conmovido con las palabras de Nuria empieza a movilizar a todos sus hombres, y le promete que no parará hasta hacer justicia.
Este es uno de los muchos casos que ocurren en la vida diaria, tenemos que ayudar a esas mujeres que viven de manera trágica, que no se atreven a denunciar los maltratos que sufren. Somos culpables todos si sabiendo lo que pasa nos callamos por miedo a represalias y lo único que conseguimos es que los maltratadores continúen y, es más, las agredidas terminan sintiéndose culpables. Todas las personas tienen derecho a una vida digna.

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